El crecimiento de la industria alimentaria exige la implementación de medidas de “calidad alimentaria” que permita nichos competitivos en el ámbito nacional e internacional.

Uno de los problemas más importantes que surge de esta apertura de mercados, es la importación o exportación de productos alimentarios exentos de contaminantes, ya sea a través de contaminantes físicos, químicos o biológicos, que acarrean problemas de salud, al ser causantes directos de enfermedades transmitidas por estos alimentos.

Cuando hablamos de calidad alimentaria, debemos tener en cuenta las características organolépticas (color, sabor, textura, etc.), las nutricionales (valor calórico total, nutrientes, etc.), comerciales (envasado, costo, etc.) y por supuesto la inocuidad de ese alimento, entendiendo por tal a “aquellos alimentos que no causarán daños al consumidor cuando se preparen y/o consuman de acuerdo al uso que se destinan”

A pesar de la existencia de normas especificas, como las de BPM (buenas practicas de manufactura), HACCP (sistemas de análisis de peligros y puntos críticos de control), etc., en nuestro país, como en otros de economías emergentes, todavía son muy pocas las empresas que implementan medidas de control de los procesos alimentarios que elaboran estos productos, con el fin de obtener alimentos inocuos. Si trasladamos esta problemática a otros sectores de los servicios alimentarios, que no realizan exportación, pero si están inmersos en nuestro mercado interno como comedores industriales, geriátricos, restaurantes, servicios de expendio de comida minoristas, etc., el problema se hace aún más preocupante, pensando en la salud de todos nosotros, los consumidores, que ingerimos alimentos que no poseen ningún tipo de control sanitario y cuyos manipuladores en la mayoría de los casos desconocen cuales son las medidas preventivas a implementar y como deben hacerlo.

No olvidemos que el consumidor no es el mismo de años atrás, pues defienden sus derechos y las exigencias son cada vez mayores. El cliente hoy en día lee las etiquetas de los productos elaborados, valora los mismos por sus características organolépticas, además de observar las condiciones de empaque y por supuesto su precio final.

En conclusión, no desestimemos al consumidor y mucho menos a su salud, ya que con el acelerado avance tecnológico de los últimos tiempos, sumado a la prácticamente “eliminación” de la cocina en los hogares modernos, podemos quedar fuera de un mercado en franco crecimiento en volumen pero también en nivel de exigencia de seguridad sanitaria, calidad y servicio.

Las herramientas de control y prevención de los procesos alimentarios que garantizan alimentos inocuos están al alcance de todos, lo único que hay que hacer es tomarlas y aplicarlas, solo es necesaria la decisión política del máximo nivel de conducción de la organización, sea ésta un micro emprendimiento, una pyme o una gran empresa.

 

Lic. en Nutrición Valeria Rodriguez
valeriarodriguez@ramonarroyo.com.ar